Francisco Àlvarez Molina

Un infiltrado en el sistema, ex-vicepresidente de la bolsa de París
De orígenes humildes llega a doctorarse en Ingeniería Informática y Matemáticas en la Sorbona. Carambolas de la vida le llevan a ocupar el cargo de Vicepresidente de la Bolsa de París. En la cumbre del éxito, abandona su carrera para defender otro modelo de economía que le salía de las entrañas.

Cuenta con orgullo que procede de una familia humilde: De Vallecas, para más señas. Que cuando empieza a trabajar en la Bolsa de París como responsable de estrategias internacionales, se convierte en todo un ejemplo no sólo para su familia sino para todos aquellos que ven en él la clave del éxito, el ejemplo a seguir. Después de 24 años en la capital francesa, regresa a España para dirigir la Bolsa de Valencia pero algo dentro de él le hace sentir que las cosas no van bien: "Me alejaba de mis orígenes. Me encontré trabajando para el mismo sistema que estaba machacando a los míos. Eso, junto al giro que comienza a dar la Bolsa, me hace tomar la decisión de abandonarlo todo y darle la vuelta. Explicar a todos los que quisieran cómo es el modelo económico, cómo funciona y cómo emplear esos conocimientos para crear algo diferente. Después de aquella decisión, me encontré liberado". Hoy su alternativa, coincide con otras que están en marcha en distintos puntos del planeta: la Economía del Bien Común.

-Se nos ha hecho creer que la economía es un tema complicado al alcance de sólo unos pocos y resulta que ahora aparecen personas -como tú- que explican lo que está pasando y todos lo entendemos. ¿Me lo puedes explicar?
-Después de veinticuatro años en París me di cuenta de que había una voluntad -no deliberada pero sí real-, de hacer creer a la gente que gestionar su dinero era algo complicado. Mientras mantienes a las personas en la ignorancia conservas el poder pero la realidad es que para conducir nuestros ahorros sólo hacen falta cuatro cosas básicas. Cuando trabajaba en la Bolsa de París, el 1% del presupuesto estaba dedicado a difundir la cultura bursátil en Francia. Cuando llego a España a la Bolsa de Valencia, ni un sólo euro. ¿Y quienes eran los dueños de la Bolsa de Valencia entonces, y lo son ahora? Las entidades financieras. Hay una voluntad clara de transmitir el mensaje de que la clase trabajadora tiene que trabajar y llevar su dinero a las personas que saben gestionarlo: los bancos.

-La Constitución recoge que "la nación española promoverá el bien común de quienes la integran". Eso parece chocar frontalmente con el hecho de que se esté ayudando con dinero público a intereses privados, mientras se niega ayuda a los propios ciudadanos y pymes. ¿Qué no hemos hecho bien?
-No nos hemos parado a pensar que el modelo económico en el que vivíamos y con el que nos sentíamos felices, en realidad no estaba hecho para el bien común y la felicidad del ser humano. Ahora lo vemos de forma muy cruda, pero si analizamos los cromosomas del modelo económico, vemos que se trata de una lucha del dinero por el dinero. A mí, en el seno de una familia pobre, me han educado en estos valores. El modelo domina no sólo los grandes circuitos financieros sino también la educación y esto hace que sean las personas las que acaben pagando los platos rotos: buscar el éxito, ser el mejor, tener un buen nivel de vida... Gestionan además del modelo educativo, los medios de comunicación que han comprado y repiten una y otra vez el mensaje utilizando el miedo como arma para generar situaciones dramáticas y moldear con más facilidad a la ciudadanía para que acepte los recortes de derechos y servicios que se están haciendo. Vamos, un plan perfecto.
"Hay una voluntad clara de transmitir el mensaje de que la clase trabajadora tiene que trabajar y llevar su dinero a las personas que saben gestionarlo: los bancos"
-¿Es posible en estos momentos donde parece que todo está en crisis, unir lo económico, lo social y el medio ambiente, o es una utopía?
-No es una utopía y es muy importante. Al sistema le interesa separar: 'divide y vencerás'. Pero no es así, la economía no está aislada del resto de las cosas, y si hablamos de medio ambiente diríamos lo mismo, porque tiene un efecto social, económico, etc. Todo está unido y el equilibrio en cualquier lugar del planeta, es el equilibrio entre esos tres grandes círculos: lo económico, lo social y el medio ambiente. En la intersección de esos tres es donde está el desarrollo con rostro humano.

-Hablemos del modelo económico alternativo que defiendes: la 'Economía del Bien Común', ¿En qué consiste?
-Por contraste, una de las características del modelo actual es que los de arriba nos imponen determinados aspectos a los que estamos abajo. En una conferencia que di en Cantabria se me acercó un hombre y me comentó que era ganadero, vivía de la leche y que cada tres meses recibía de Bruselas una carta donde le decía los litros de leche que tenía que dar cada una de sus vacas por semana. Se pusieron de acuerdo todos los de la asociación a la que pertenecía para ir a ver a esos señores y conocer de primera mano qué criterios definían esta cantidad. A su llegada se encontraron con unos tecnócratas que no tenían ni idea lo que era una vaca, ni el campo; la leche sí porque se la bebían, pero poco más. Pues estos señores eran también los que calculaban el precio de la uva, del trigo, etc. Con unas tablas establecían el precio en base a la oferta y la demanda, para permitir a las grandes multinacionales obtener un precio medio que produzca beneficios. Este es un modelo establecido de arriba a abajo y, como se ve, es antinatural.

"Este sistema utiliza el miedo como arma para generar situaciones dramáticas y moldear con más facilidad a la ciudadanía para que acepte los recortes que se están haciendo".
-¿Cómo sería desde la perspectiva del Bien Común?
-Todo lo contrario. Un sistema diseñado de abajo a arriba, desde los seres humanos. Un día me entero de que hay varios proyectos en España que trabajan así. Fui a conocerles personalmente y en medio de todo esto, recibo un correo invitándome a ver un vídeo de un señor llamado Christian Ferber, sobre la Economía del Bien Común. Lo veo y compruebo que es lo mismo que en lo que yo estoy trabajando: un modelo económico con rostro humano donde la persona es el centro. Me pongo en contacto con él, me explica las grandes líneas del proyecto y descubro que lo defiende no es nuevo, el Bien Común aparece en todas las constituciones democráticas: se trata de luchar no por el dinero sino por los valores. Y aunque se estaba haciendo en algunos sitios, lo que incorpora Christian es la matriz, el método concreto para que esto sea una realidad. Lo ha recogido en un libro que acaba de ser traducido al castellano.

-Más sueldo, mejor coche, vivir a todo tren... Repites una y otra vez que el ser humano no nace con esas necesidades, que no forman parte de nuestro código genético. ¿Cuál es su origen?
-Efectivamente. Cuando nace un ser humano lo único que pide es comer y lo hace por el hecho de sobrevivir. Luego se pone en movimiento y se une a sus congéneres para juntos defenderse para sobrevivir. Eso forma parte de nuestro código genético. Pero, ¿un niño nace sabiendo lo que es el dinero? No. Nos educan para ello.

"Si analizamos los cromosomas del modelo económico vemos que se trata de una lucha del dinero por el dinero".
-Comentas que en varios lugares se están llevando a cabo proyectos basados en el Bien Común. ¿Este valor forma parte de la naturaleza del ser humano?
-Sí, el Bien Común se basa en valores presentes en nosotros: cooperación, solidaridad, confianza. Se trata de sumar esfuerzos, ideas para crear algo totalmente nuevo. Este modelo supera la dicotomía de capitalismo y comunismo porque coge aspectos de ambos. Utiliza el dinero, pero como herramienta y también incorpora aspectos del comunismo.

-En nuestra sociedad un modelo de éxito empresarial sería por ejemplo Inditex, que acaba de anunciar importantes beneficios a pesar de la crisis. ¿Qué beneficios obtendría una empresa basada en una Economía del Bien Común?
-El estado de una economía se mide por el PIB pero ¿qué traduce? Dinero. No nos dice nada de si ese país está bajo una democracia o una dictadura; si está o no en guerra; si se respetan los derechos de sus trabajadores; si se paga igual a mujeres que a hombres... Pues busquemos un indicador que traduzca otras cosas. El beneficio de Inditex que aplaudimos porque así nos han educado, ¿traduce que no utiliza mano de obra infantil en Asia? ¿Traduce que en alguna de sus fábricas no se esté produciendo veneno y que esté destruyendo el medio ambiente? No, no hay indicadores que nos digan nada de esto, pues vamos a crearlos. ¿Es justo que por un mismo puesto de trabajo se pague más a un hombre que a una mujer? ¿Es normal que en una empresa haya una diferencia de salarios entre el mínimo y el máximo, de un factor de 300? Los salarios no tienen porqué ser iguales pero sí tiene que haber un salario mínimo y también un tope para el máximo, tiene que existir un equilibrio. Lo curioso es que en conferencias la gente me dice que todo lo que digo está muy bien, pero que la avaricia forma parte del ser humano. Yo no estoy de acuerdo. ¿Beneficios que se obtienen? Dignidad, solidaridad, justicia, sostenibilidad ecológica, democracia... todo ello da valor al producto que se ofrece y a partir de ahí el consumidor elije. Cuando más social y democrática sea una empresa, mejor resultado de balance de Bien Común.
"El concepto de Bien Común aparece en todas las constituciones democráticas".
-¿Qué dificultades se encuentra hoy en día un proyecto como este a contracorriente?
-Es difícil generalizar. Este próximo otoño se publicará el listado de las primeras empresas españolas comprometidas con el "Bien Común". Algunas llevan más de treinta años trabajando en esta línea y con ello han demostrado que esto no es una utopía. Los empresarios preguntan: qué me va a costar poner esto en marcha y qué beneficios voy a obtener. Les contesto que el coste es de tiempo: sentarse con la gente y hablar.

-Permíteme una curiosidad, ¿qué te dijo tu familia cuando comentaste tu decisión de dejarlo todo?
-Al principio se sorprendieron y pensaron que me había vuelto loco pero hoy me valoran más que antes. Personalmente me sentí liberado, era algo que tenía que hacer. Sentí que con esa decisión volvía a mis orígenes, al lado de la gente, de las personas. Años después una asociación me invita a dar una conferencia en Madrid y resulta que el lugar al que tengo que ir es el mismo colegio donde yo había estudiado de pequeño, en el Puente de Vallecas. Se me hizo un nudo en la garganta que casi no podía hablar. Me encontraba en mi sitio y defendiendo lo que creía. Estaba cerrando algo en mi vida. Eso no lo olvidaré nunca.